Sunday, October 15, 2017

"VISITANTES INESPERADOS" - Shadow Wars Armaggedon

"No habían pasado más que unos breves instantes desde su llegada y de repente la furia desatada de un violento combate se había desencadenado a nuestro alrededor. - ¡Mantener  a cubierto al Inquisidor!- chillaba para poder imponerme al estruendo de los disparos de rifles laser y fusiles automáticos.


Lance una breve ráfaga en la dirección aproximada desde donde nos atacaban y me giré hacia la alta y siniestra figura que se alzaba a mis espalda - ¡Sire, apresuraros! La plataforma de la lanzadera no queda lejos. - Como toda respuesta recibí un gesto adusto desde el rostro ajado de aquel a quién se nos habían encomendado proteger y que con una agilidad sobrenatural se encamino en la dirección que yo le había señalado.
- ¡Plinto, Kaidos, mantened la posición! ¡Nadie debe seguirnos!

A nuestras espaldas el lanzagranadas de Plinto se incorporó a la cacofonía existente con su característico ¡Thumb!, ¡Thumb!, ¡Thumb! en un intento por detener la repentina emboscada en la que habíamos caído.


Comenzamos a correr hacia la plataforma que distaba unos 200 metros de nosotros. No era una un trecho largo pero aquella sección de la Colmena se había convertido por arte de magia en un campo de batalla cuando hasta hace menos de una hora la mayor amenaza que habíamos sufrido eran las raciones del acuartelamiento de los Arbitres donde hablamos sido instalados.
Petropolis no estaba en guerra y sin embargo a nuestro alrededor estallaban bolas de fuego y trozos de metal y platiacero saltaban por doquier con mortíferas intenciones. ¿Quien nos disparaba? me pregunté. Me atreví a dar un vistazo rápido por encima del hombro.
¡Cultistas acompañados por un Astarte herético!


Por un momento sentí que mis rodillas me dejaban de sostener y dejé de correr mientras una funesta y agobiante sensación se extendía por todo mi cuerpo. Mi cerebro se resistía a aceptar que entre las figuras que se afanaban por acabar con nosotros se alzaba ese gigante cuya sola visión me arrebataba todo control.


De repente mi cabeza pareció recibir una cuchillada, desgarradora y dolorosa y volví a tener control sobre mi mismo. Busque a mi alrededor y me quede sin habla al ver el rostro del Inquisidor vuelto hacia mi mientras me hablaba... pero su boca no se movía... me hablaba directamente en la cabeza.
- ¡Corre insensato!

Lanzados de nuevo a la carrera vislumbre a lo lejos a mis camaradas que nos esperaban en lo alto de la plataforma de la lanzadera. El sargento Torossian, Tileon, Corvus y el grandullón de Canavas disparaban en otra dirección.


El tiroteo era ensordecedor. Alguien había traído un ejercito a Petropolis y deseaba acabar con nosotros, pero un rápido vistazo a la oscura figura que corría a mi lado y cuyo rostro transmitía una férrea resolución me reveló la respuesta. Nosotros no eramos el objetivo...
De repente Corvus señaló algo situado en la dirección de donde veníamos. 


Pudo más la curiosidad, aunque sabía que me arrepentiría de ello, saqué de mi interior fuerzas de flaqueza y miré de nuevo hacia atrás. En mala hora...
Allí de donde veníamos surgía la aterradora visión de un engendro del Caos. ¡Aquí! ¡En Petropolis!


Quienquiera que hubiera preparado esta operación no había ahorrado en recursos. 
Las órdenes que habíamos recibido esa mañana del sargento solo nos ordenaban escoltar la llegada de un alto dignatario ultramundano. El por qué se nos había asignado esta misión a nosotros y no a la milicia o a la guardia del Gobernador se nos antojo extraño pero no le dimos mayor importancia. Esto hubiera sido lo acostumbrado y no el asignar un pelotón de la Guardia traído de fuera del planeta.  Un enigma más a sumar a nuestra extraña misión. 
A mis espaldas pareció crecer el ruido de la fusilada, al que se unió el retumbar de un lanzallamas. Mis compañeros se interponían entre la bestia y nosotros. 


Ya casi estábamos pero me empezaban a fallar las fuerzas. Se me antojaba extraño que aquel anciano Inquisidor parecía tener más energía que yo y me costaba mantener su larga zancada.
Mientras, arriba en la plataforma las cosas no parecían ir muy bien. El combate se había intensificado.



El sargento, Tileon y hasta Carnavas habían tenido que buscar cobertura mientras Corvus nos hacía gestos para apresurarnos. Tras ellos, sobre el cielo ámbar del ocaso un minúsculo punto se agrandaba a ojos vistas. La lanzadera venía de camino. 
Habíamos llegado a la parte inferior de la plataforma y le indique al Inquisidor que ascendiera por la trampilla mientras yo bloqueaba el paso a cualquier intruso.


No lo supe en ese momento pero los Cultistas estaban asaltando el acceso posterior. Afortunadamente  el bueno de Carnavas se había recuperado y bloqueaba con su corpachón cualquier intento de penetrar en la plataforma.


Escuché la voz de Plinto gritando que se había terminado la munición del lanzagranadas. Volví mi vista hacia la retaguardia y observé a Rim, quién con su lanzallamas freía con promethium la vil piel del engendro.


El Inquisidor ya había ascendido hasta la parte superior de la plataforma y el temblor de la estructura sobre mi indicaba que la lanzadera se estaba posando. En breve habríamos cumplido con nuestra misión y bastaría llevar a cabo la retirada mientras a nuestro alrededor sonaban las alarmas de la colmena y tropas del gobernador se dirigían a apoyarnos. En ese momento toda mi visión se cubrió con la figura de un gigantesco Marine de Plaga lanzado a la carga contra mi.


Desenfunde mi machete y nos enzarzamos en una sucesión furiosa de bloqueos y fintas. Por encima de mi, el zumbido de las turbinas de la lanzadera me confirmaba que el Inquisidor ya estaba a salvo. Esto me brindó renovadas energías. Mi oponente fue de inmediato consciente de que su misión ya era vacua y tras lanzarme una embestida que me hizo retroceder varios pasos me dio la espalda y desapareció entre las sombras. La cacofonía del combate se fue mitigando.
Mis camaradas estaban a salvo y a pesar de los esfuerzos de la milicia no pudimos evitar que nuestros atacantes se perdieran entre los oscuros rincones de la colmena. Pero ahora sabíamos que nos enfrentábamos a una grave amenaza y que Petrópolis estaba en guerra. Y mientras recuperaba fuerzas me preguntaba: ¿Que sería de nuestro misterioso visitante?





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