"Dzień dobry dowódco" - El hombre con uniforme del ejercito británico se giró al oir el saludo, y una franca sonrisa se dibujo en su cara al reconocer al joven teniente. - "Dzień dobry poruczniku Marek". ¡Pero no me pida que continué, mi Polaco queda reducido a saludar y dar las gracias! - argumento el comandante.
Marek también sonrió mientras recibía de las manos de su oficial el sobre cerrado con las órdenes secretas que su unidad de Escorpiones del Desierto debía llevar a cabo hoy.
Siguiendo las instrucciones allí cursadas, a la caída del sol sus unidades se encontraban desplegadas en torno a lo que al él le parecía un simple pozo, pero que en realidad era la entrada de un yacimiento arqueológico recién descubierto en Uruk, una antigua ciudad de Mesopotamia situada en la provincia de Muntafiq del actual Irak. Realmente el pozo del yacimiento había sido redescubierto, puesto que antes de la guerra los arqueólogos del Eje habían trabajando en él, pero el conflicto les había obligado a abandonarlo apresuradamente y por lo que se ve, a su pesar.
Por alguna razón, que el comandante Beauregard se abstuvo de comentar, el yacimiento tenia un valor estratégico de suma importancia y debía ser protegido a toda costa. Para sus adentros se pregunto que hacían él y su unidad perdiendo el tiempo con la custodia de trastos antiguos cubiertos de arena y nulo valor para la victoria.
Marek disponía de una escuadra de sus leales escorpiones del desierto, una heterodoxa unidad formada por varias nacionalidades y expertos en rápidas incursiones en profundidad en territorio enemigo. Para reforzar el perímetro le habían incorporado una unidad de combate de los Marines americanos, con suficiente potencia de fuego como para hacer frente incluso a los temibles gorilas de la Blutzkreutz, llegado el caso. Y por si acaso se había traído al cabo Schrödinger con su Bren Carrier modificado con una ametralladora pesada. A Marek la noche se le antojaba aburrida y larga. La aparición de unas misteriosas siluetas recortadas sobre el horizonte a la caída del sol sobre el Oasis le hicieron cambiar de opinión de inmediato. Pero las figuras surgidas en la lejanía no parecían soldados, o al menos soldados normales. Eran mujeres, ataviadas con kaftánes negros y con sus rostros cubiertos por el hijab. Pero había algo en su actitud que delaba sus intenciones violentas, imagen reforzada por la visión de los vetustos pero aún mortíferos subfusiles Bergmann MP18 que portaban en sus manos.
Marek ordeno de inmediato a Schrödinger que tomara posiciones avanzadas para desalojar a aquellas mujeres del palmeral. No pensaba correr riesgos aunque desconociera quiénes eran que intenciones traían. El resuelto cabo Belga se puso en marcha de inmediato haciendo traquetear el Bren en el silencio del atardecer. Marek quedo satisfecho.
Los aliados se enfrentaban a un ataque en toda regla y con apoyo de blindados. Debía tomar la iniciativa de inmediato y no dudar de la capacidad ofensiva de sus singulares oponentes.
Marek decidió que no iba a tomarse a la ligera la incursión y se encamino de inmediato al cercano palmeral en busca de cobertura y para detener el posible avance por el flanco derecho.
El teniente estaba armado con uno de los nuevos rifles Phaser, una maravilla tecnológica adaptada sobre el afuste de una ametralladora Bren con una potencia de fuego destructiva. Pero el avance y la cobertura le impidió causar ningún daño sobre aquellas misteriosas mujeres.
Si quedaban dudas sobre las intenciones de sus contricante, quedaron de inmediato despejadas cuando la ametralladora del semioruga abrio fuego sobre el Bren Carrier.
La súbita llegada del blindado resto precisión al disparo y las balas no alcanzaron al vehículo británico pero el cabo Schrödinger tomo buena cuenta para repeler lo antes posible con sus armas al recién llegado.
La escuadra de Escorpiones del Desierto era la mejor preparada para detener aquel trasto de acero por lo que sin dudar cargaron contra él lanzando contra el vehículo las cargas de demolición de las que iban provistos.
Todas menos una acertaron pero fue más que suficiente para que la maquina de guerra quedará envuelta en llamas con sus misterioros tripulantes atrapados en su interior.
Los hombres lanzaron gritos de júbilo al contemplar el vehículo destruido pero su alegría se torno en sorpresa porque como si fuera una aparición mágica frente a ellos surgió una atractiva y seductora figura femenina. A los ojos de aquellos hombres se les antojaba como una de aquellas huríes que poblaban los relatos de las Mil y una noches y por un momento el fragor del combate quedo detenido y olvidado.
Lo que siguió fue un inesperado torbellino de muerte, dolor, llantos y pánico envuelto en el repentino olor ferruginoso de la sangre recién derramada. En el suelo yacían dos de los soldados que quizás cegados por la belleza de misteriosa mujer no supieron reaccionar a tiempo ante el ataque de aquella daga magistralmente manejada.
"¡¡¡Putain immonde!!! - Preso de cólera por ver a sus compañeros caídos, el cabo Schödinger presiono con fuerza el gatillo de la calibre 50 y un torbellino de plomo cayo sobre aquella siniestra figura. Los impactos de gran calibre la atravesaron de lado a lado, desponjándola de todo vestigio de vida. Y de repente un hedor insoportable surgido de los restos de aquella figura lo invadió todo. Como si su interior estuviera podrido y nunca hubiera poseído un cuerpo sano.
La visión de aquella muerte arranco un grito de guerra de las gargantas de las mujeres guerreras del palmeral que se lanzaron al ataque, imbuidas de rabia y con sed de venganza, cargando contra el verdugo de la que parecía haber sido su líder.
Schödinger no les tenia miedo a pesar de la furia de aquellas mujeres y no dio mucha importancia a su arremetida pero de improviso una de ellas arrojó una botella que llevaba oculta entre sus ropajes y de inmediato todo estaba envuelto en un destructor torbellino de llamas que acabo con el vehículo y su tripulación.
El disparo de tan numerosas armas automáticas, los BAR, la Browning de calibre 30 y hasta las balas de la Grease Gun en manos del sargento dieron buena cuenta de aquellas mujeres.
De nuevo se sumaba la venganza al fanatismo de aquellas misteriosas figuras que abrieron fuego con sus armas de pequeño calibre sobre los Marines americanos.
No pudieron acabar con ellos pero sobre el suelo se desangraban dos de sus camaradas.
Girando para encarar la nueva amenaza los Marines respondieron al fuego.
Y la única superviviente sufrío la ira de los Escorpiones del Desierto.
Había cesado el ruido de los disparos y del combate y solo quedaba el lamento de los heridos. La incursión había sido repelida.
Marek se paseo entre los cadáveres de aquellas mujeres que imbuidas de un fanatismo atroz habían acabado con muchos de sus hombres. ¿Quienes eran? No tenia noticias de que las tropas del Eje dispusieran entre sus miembros a esta clase de combatientes. Además estaban esos collares que portaban en el pecho, una retorcida efigié cuya visión le provoco de repente arcadas y una sensación de miedo como no había padecido jamás.
Esos símbolos se le antojaban familiares de algún modo, él los había visto antes, ¿pero donde? Y como por ensalmo el recuerdo le vino a la cabeza y dirigió la mirada hacia aquel siniestro y oscuro pozo que se encontraba a sus espaldas. Ese abandonado lugar que le habían encomendado proteger y cuyas paredes estaban cubiertas con los mismos símbolos que portaban en sus collares las guerreras.
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